jueves, 17 de octubre de 2013

San Timoteo


San Timoteo, obispo y mártir. Año 97.
San Timoteo es el patrono de los malestares estomacales. Su nombre significa: "Tengo un gran respeto a Dios." Nació en Listra, Licaonie (Asia Menor), de padre griego y madre judía. Se sabe de él gracias a las tres epístolas del apóstol San Pablo. Desde muy temprana edad fue instruido en las Sagradas Escrituras. Se cree que su madre Eunice, su abuela Lois y él mismo abrazaron el cristianismo y se hicieron bautizar durante la primera visita de San Pablo a Listra.
Cuando Pablo regresó a ese lugar, en su segundo viaje misionero, los cristianos de allí le dieron maravillosas recomendaciones acerca de Timoteo. Entonces Pablo le impuso las manos y le confió el ministerio de la predicación. Así, el apóstol lo escogió como colaborador, gran amigo y compañero de misiones –que fueron muchas veces difíciles y confidenciales, y, en adelante lo consideró siempre como un hijo suyo. En la segunda carta a los Corintios, el apóstol se refiere a él como: "Timoteo, mi hijo amado" (1 Corintios); y lo llama de la misma manera en las dos cartas que le escribió a él.
En efecto, los encontramos a ambos juntos en la primavera del año 50 al otoño del año 52: en Éfeso, Jerusalén, Roma, Frigia, Galacia, Macedonia, Tesalónica y Corinto. Más tarde, San Pablo le escribirá recordándole lo buena que fue su familia: "... Que esa fe se conserve en ti, ya que desde tu más tierna edad te hicieron leer y meditar las Sagradas Escrituras" (1 Tim. 1:5; 4:14).
Ciertamente, la familia de Timoteo experimentó abundantes gracias de conversión y crecimiento espiritual durante la estadía de Pablo y Bernabé en su casa. Allí les ocurrió a los dos predicadores que tras la curación de un hombre tullido, realizada por medio de Pablo, la gente de aquella región los confundió con dioses disfrazados de hombres. Entonces quisieron adorarlos y ofrecerles sacrificios.
Por su parte, Pablo, al darse cuenta, les aclaró que eran tan sólo criaturas igual que ellos. Entonces los judíos incitaron al pueblo contra Pablo y Bernabé. Apedreándolos, los dejaron casi muertos, pero los cristianos los condujeron a la casa de Timoteo, en donde fueron atendidos.
Para el año 53, Pablo envía a Timoteo a las Iglesias de Macedonia y de Corinto. Trabajaron juntos nuevamente los años siguientes en Macedonia, en el Peloponeso y en la Tróada. Y cuando Pablo les escribe a los romanos, desde su prisión, les menciona que lo acompaña Timoteo, su fiel discípulo.
La primera carta que le escribió S. Pablo a Timoteo fue en el año 65, desde Macedonia; y la segunda, desde Roma, mientras se encontraba preso, aguardando su ejecución. En una de las cartas del apóstol a Timoteo, le dice: "Que nadie te desprecie por tu juventud. Muéstrate en todo como un modelo para los creyentes, por la palabra, la conducta, la caridad, la pureza y la fe" (2 Tim. 2). En otro pasaje, el apóstol desciende a detalles prácticos como la recomendación de que no tome sólo agua sino también un poco de vino, debido a los continuos malestares estomacales de Timoteo (Cf. 1 Tim. 5:23).
El historiador Eusebio cuenta que S. Pablo nombró a Timoteo primer obispo de la Iglesia de Éfeso. Allí, Timoteo fue apaleado y apedreado por el emperador Diocleciano, ya que se oponía a un festival pagano en honor de Diana. Así pues, recibió la corona del martirio en el año 97.
Los restos de S. Timoteo se encuentran en la Iglesia de los Apóstoles en Constantinopla; y, según la tradición, los fieles reciben grandes favores cuando rezan a sus pies.
San Tito, obispo. Año 96.
Tito fue amigo y discípulo de San Pablo y lo acompañó en muchos de sus viajes. Su nombre significa: defensor. A diferencia de Timoteo, cuando se conocieron, Tito ya había abrazado la fe. Tito se convirtió en secretario del apóstol, y éste, a su vez, puso en Tito toda su confianza, tanto, que se ha llegado a decir que fue su discípulo más querido; Pablo lo envió para que procurara que los creyentes cumplieran lo que les había dicho en sus cartas. Tito acompañó a Pablo y a Bernabé al Concilio de Jerusalén, en donde S. Pablo le impidió dejarse circuncidar.
El apóstol de los gentiles –S. Pablo– lo nombró obispo de la isla de Creta y le dirigió una carta en donde le señala las cualidades que deben tener los sacerdotes. Según la tradición Tito murió en Creta, ya de avanzada edad y en calidad de obispo, en el año 96.

La Música Regalo de Dios


“LA MUSICA REGALO DE DIOS”

Orígenes y algunas de sus fuentes.

Por Miguel Vázquez Aguilar.

Es de considerarse la gran paciencia y trabajos que fueron necesarios para que los indios
asimilaran y comprendieran la nueva música. Distinta como era a la que ellos usaban, sentían que
los intervalos de semitono eran desafinados y les provocaban risa, burla y desasosiego.
Sin embargo, los frutos no tardarían en aparecer, y para ello contribuyeron las cualidades, de los
indios. Motolinia en la descripción que hace de esas cualidades, escribe: “Estos indios casi no
tienen estorbo que les impida para ganar el cielo… Son pacientes, sufridos sobremanera, mansos
como ovejas… Sus colchones es la dura tierra, sin ropa ninguna; cuando mucho tienen una estera
rota, y por cabecera una piedra, o un pedazo de madera… Hábiles son para cualquier virtud, y
habilísimos para todo oficio y arte, y de gran memoria y buen entendimiento”. (Historia de los
indios, Trat. 1º., cap. XIV.)
El propio Motolinia dice: “Tres franciscanos fundaron en México los estudios de canto: Fray Pedro
de Gante, aquí como en tantos terrenos de cultura, iniciador insigne; Fray Arnaldo de Basaccio y
un religioso muy viejo, de nombre Juan Caro”. (id. Id. Iib. III, cap. XII.)
Acerca de los métodos o procedimientos que usaron, se conservan claras referencias. Al
conocimiento de las verdades de la Doctrina Cristiana, se agregaba una “noción” musical de los
atributos de los santos. Entre esas “nociones” se conserva una que la tradición atribuye a Fray
Pedro de Gante; es la siguiente:




El esfuerzo de este gran iniciador debe considerarse muy particularmente, porque a la dificultad
inherente a toda enseñanza, añadía la de ser tartamudo.
Se atribuye a Fray Pedro de gante varias composiciones: himnos solemnes acerca de la ley de Dios;
de la Encarnación del Verbo Divino para salvar a la humanidad; de la Virgen María. Ha quedado
consignada, asimismo, la forma en que celebró la primera Navidad que pasó en América: ( se
traduce tal cual) “Hizo venir indios de toda la comarca y en un patio que se llenó a reventar se
cantó el himno “Ha nacido el Redentor”. (Códice Franciscano). El propio Fray Pedro de gante
escribió acerca de este punto lo siguiente: “Mas por la gracia de dios empecéles a conocer y
entender (a los indios) sus condiciones y quilates, y como me había de haber con ellos, y es que
toda su adoración dellos a sus dioses era cantar y bailar delante dellos, porque cuando había
que sacrificar algunos por alguna cosa, así como para alcanzar victoria de sus enemigos, o por
temporales necesidades, antes de que los matasen, habían de cantar delante del ídolo; y como
yo vi esto y que todos sus cantares eran dedicados a sus dioses, compuse metros muy solemnes
sobre la ley de dios y de la fe, y cómo dios se hizo hombre para librar al linaje humano, y como
nació de la Virgen María, quedando pura y sin mácula; también díles libreas para pintar en sus
mantas para bailar con ellas porque así se usaba entre ellos conforme a los bailes y a los cantares
así se vestían de alegría o de luto o de victoria; y luego, cuando se acercaba la pascua, hice llamar
a todos los convidados de toda la tierra de veinte leguas alrededor de México para que viniesen a
la fiesta de la Natividad de Cristo nuestro Redentor, y así vinieron tantos que no cabían en el patio,
que es de gran cabida, y cada provincia tenía hecha su tienda donde se recogían los principales, y
unos venían de diecisiete y dieciocho leguas, en hamacas enfermos, y otros de dieciséis, por agua,
los cuales solían cantar la misma noche de natividad: “Hoy nació el Redentor del mundo”.

 Continuara……………………………..

El Deporte y la Iglesia

El Deporte y el Magisterio de la Iglesia

La copa mundial de fútbol de este verano ha puesto en evidencia una vez más la grande relevancia que el deporte tiene, para bien o para mal, en la sociedad actual. Mientras en un país un periódico trata del ultimo escándalo de fútbol, el periódico de otro país habla de cómo se está usando la religión para atraer más gente a los estadios. En todo caso, sea en el ámbito juvenil, sea en el profesional, el deporte es un fenómeno dominante en nuestra sociedad.


Cuando no hay un juego “en vivo” estarán los comentarios que llenan la radio, la televisión y los periódicos. Se dice que en Italia “el fútbol hablado” es más seguido que el mismo fútbol profesional. Se habla tanto de lo que dice el jugador tal, o el entrenador “x”, o “fulano de tal” sobre el último partido…pero rara vez escuchamos qué han dicho los Papas sobre el tema. De hecho ¡Qué dice la Iglesia sobre el deporte? Pablo VI se interrogó en 1966: “¿Existe verdaderamente un dialogo entre Iglesia y deporte? ¿Qué tiene que ver la religión con esto? ¿No es el deporte por definición, extraño a la religión? La palabra ‘juego’, en cierto modo, ¿no da la idea de trivialidad, de superficialidad, de desafío a quien trabaja seriamente en la gran obra de conducir las almas a Dios, santifícalas y salvarlas?"1


Al responder a estas preguntas, el mismo Pablo VI, al contrario de esta “presunta sospecha”, afirma que: “Nosotros sentimos una gran estima por la actividad deportiva, por la diversidad de aspectos humanos que ella manifiesta, promueve, pone en juego, premia y corona."2


Por más de cien años, la Iglesia, a través de los pontificados, ha hablado al mundo deportivo, y a los deportistas. Mejor dicho, ha dirigido su palabra hacia el hombre, que practica el deporte. Las grandes ocasiones como los Olimpiadas, el mundial de fútbol, la inauguración de un nuevo estadio, o una audiencia a un equipo de deportistas con el Papa... han sido las ocasiones propicias, en las que el Vicario de Cristo ha podido dirigir su palabra a los deportistas: son mas de 200 los discursos pronunciados por los papas del ultimo siglo.


Los primeros cinco discursos vienen de San Pío X, el primer Papa en recibir en el patio de San Dámaso un grupo internacional de deportistas católicos en 1905. El Pió XI, que fue montañero en su juventud, e incluso pasó toda una noche a pie a unos 4600 metros de altura en un sendero del Monte Rosa esperando que mejorase las condiciones climáticas,3pronunció unos 5 discursos sobre el deporte y las lecciones que enseña la montaña. Al Papa Pío XII, llamado “el amigo de los deportistas” –el primero en instalar un gimnasio en el Vaticano– podemos atribuir unos 20 discursos. Encontramos 9 discursos en Juan XXIII. Sea en ocasión de las atletas de visita, sea en ocasión de los grande eventos, Pablo VI dirigió 35 discursos. Por fin, como uno puede imaginar, el servo de Dios, Juan Pablo II, llamado el “Papa deportista”, tuvo 120 discursos a los deportistas que suman más de la mitad de todos los discursos tenidos por los papas!4


Entrando un poco en esta rica historia, compuesta por más de un siglo de discursos deportivos de los papas, quisiera delinear algunos de los rasgos que caracterizan el pensamiento de la Iglesia, que mira no solamente al deporte, pero al hombre mismo que ejerce actividades deportivas. Con esto, no pretendo dar una visión completa y exhaustiva, quisiera más bien, que esto sirva como aperitivo, que incite un vivo interés por este tesoro de enseñanzas, –infelizmente poco conocidas– sobre el deporte. Empiezo con el deporte en sí mismo, como actividad educativa y recreativa, para luego llegar al fenómeno más reciente del deporte como espectáculo y fenómeno social.


“Ahora bien, ¿Cuál es, en primera lugar, el oficio y el objetivo del ‘deporte’, sana, y cristianamente entendido, si no precisamente cultivar la dignidad y la armonía del cuerpo humano, desarrollar la salud, el vigor, la agilidad y la gracia del mismo?"5 Estas palabras del Pío XII introducen el fin básico del deporte. Seguramente, es un fin bastante conocido y realizado por tantas personas deportivas. Pero, a pesar de ser tan básico, es a la vez fácilmente descuidado en el mundo del deporte de hoy. Baste citar él titulo del libro del Barrie Houlihan, “Dying to win” (Morir para vencer) para ver cómo una distorsión del deporte, por ejemplo, la del doping, niega fundamentalmente este fin de educar y fortalecer el cuerpo hasta el punto de que algo saludable se convierte en algo dañoso y incluso mortal.


También en un mundo donde crece la obesidad y las enfermedades físicas –ambas a veces condicionadas por una vida llena de stress– hay mucho que recuperar en el mismo deporte y en la sana recreación física para que estas actividades saludables vuelvan a ser practicadas y disfrutadas en bien del cuerpo.


Pero, más allá de la salud física, ¿hay algo más que podemos encontrar en el deporte? En su discurso a un congreso italiano sobre la educación física, Pío XII delinea cuatro fines que tiene el deporte, que son: 1) un fin próximo, el de educar, desarrollar, y fortalecer el cuerpo; 2) un fin remoto, porque el deporte sirve para predisponer el cuerpo al servicio del alma y de la persona; 3) un fin mas profundo todavía– el de contribuir a la perfección del hombre; y 4) un fin ultimo, el de acercar el hombre a Dios.6


En cuanto al segundo fin, el deporte al servicio de la persona, cuerpo y alma, el mismo Papa Pío XII observa: “El deporte, adecuadamente dirigido, desarrolla el carácter, hace del hombre una persona valerosa, que pierde con generosidad y vence sin presunción; ello afina los sentidos, clarifica e ilumina la mente, y forja una voluntad de hierro para perseverar. No es solamente desarrollo físico. El deporte correctamente entendido tiene en cuenta al hombre entero.7


Siguiendo el mismo fin, Juan XXIII observa cómo “también en el deporte, pueden encontrar desarrollo las verdaderas y fuertes virtudes cristianas, que la gracia de Dios hace, luego, estables y fructuosas: en el espíritu de disciplina se aprenden y se practican la obediencia, la humildad, la renuncia: en las relaciones de equipos y de competencias, la caridad, el amor de fraternidad, el respeto reciproco, la magnanimidad, a veces también el perdón; en las firmes leyes del rendimiento físico, la castidad, la modestia, la templanza, la prudencia.8


Sin duda, este es un campo grandísimo donde la Iglesia, puede y debe a través de sus escuelas, parroquias, y asociaciones deportivas, cosechar buenos frutos. ¡Cuánto tiempo pasan los jóvenes cada semana con un entrenador deportivo, comparado con las pocas horas que pasan los jóvenes en una lección de catequesis! Hay mucha oportunidad aquí para aprovechar la potencialidad “formativa” de estas actividades deportivas.


Mas allá de las virtudes humanas, viene a la luz este fin de perfeccionar al hombre a través del deporte. Juan XXIII veía la posibilidad de que el deporte pudiera conducir el hombre hasta las perfecciones interiores, cuando notaba: “Estas competencias deportivas y los motivos que congregan e inspiran estas grandes masas de jóvenes proclaman a la faz del mundo, no solamente el honor rendido a los valores físicos y a la armonía de los miembros del cuerpo, sino también el servicio que estos valores físicos pueden y deben rendir a las más altas aspiraciones del hombre hacia la perfección y la belleza interior, hacia la emulación reciproca, serena y alegre, hacia la fraternidad universal.”9


Aquí se abre, además del nivel individual y personal, un nivel comunitario, es decir el aspecto social del deporte. De hecho, Juan XXIII ha notado y valorado “La extensión alcanzada por el deporte y la prensa deportiva ocupa un puesto de primer plano y constituye uno de los fenómenos más vivos e interesantes de la cultura contemporánea.10


En este contexto de la cultura, los padres del Concilio Vaticano II debatieron también sobre el deporte. Notando la capacidad del deporte sea a nivel individual que comunitario, en el numero 61 de Guadium et Spes se dice: “Pues con la disminución ya generalizada del tiempo de trabajo aumentan para muchos hombres las posibilidades. Empléense los descansos oportunamente para distracción del ánimo y para consolidar la salud del espíritu y del cuerpo, …con ejercicios y manifestaciones deportivas, que ayudan a conservar el equilibrio espiritual, incluso en la comunidad, y a establecer relaciones fraternas entre los hombres de todas las clases, naciones y razas.11


Después del concilio, este segundo aspecto de “establecer relaciones fraternas entre los hombres de todas las clases, naciones y razas” ha sido ampliamente desarrollado. Con su lenguaje universal, el deporte tiene la capacidad de aglomerar personas de diverso países, culturas, razas y lenguas. Pablo VI, por ejemplo, en un saludo a los atletas de la XIX Olimpiada, notaba: “Procedéis de tantos países, representáis ambientes y culturas, pero os une un idéntico ideal: vincular a todos los hombres con la amistad, la comprensión y la reciproca estima. Esto prueba que vuestra meta final es algo más elevada: la paz universal. Vuestra tarea es contribuir a que los campos de batalla se transformen en palestras y que al odio suceda el amor.12


Además de este bien de promover la comunión entre la humanidad, ¿cómo es posible que el deporte realiza el último fin mencionado por Pío XII, el de acercar el hombre a Dios? Con los papas Pablo VI y Juan Pablo II sobre todo, podemos constatar un incremento en las audiencias de los atletas con el Pontífice. En un discurso a las ciclistas del “Giro d’Italia”, Pablo VI respondía a la pregunta: ¿porqué los deportistas quieren ver el Papa? Tocando el motivo más profundo, decía: “Porque el deporte es símbolo de una realidad espiritual aunque escondida, que constituye la trama de nuestra vida.”13Luego continuaba: “La vida es un esfuerzo, la vida es una competencia, la vida es un riesgo, la vida es una carrera; la vida es una esperanza hacia la meta final, una meta que trasciende la escena de la experiencia común, y que el alma entreve y la religión nos presenta.”14


¡Qué hermosas y verdaderas son estas palabras del Papa! La vida realmente es un esfuerzo. Y el deporte nos ayuda a vivir mejor esto esfuerzo. Muchos papas han subrayado el aspecto ascético del deporte, a la luz de las palabras del San Pablo. Muchas veces, hacían referencia a la carta a Timoteo: “He competido en la noble competición, he llegado a la meta en la carrera, he conservado la fe. Y desde ahora me aguarda la corona de la justicia” (2 Tim 4,7-8). Pero el texto por excelencia es 1 Cor 9, 24-27. Refriéndose a este pasaje del Apóstol, Pablo VI decía: “El deportista ofrece a San Pablo un argumento, que del campo físico pasa al espiritual, y que por lo tanto puede refluir desde el campo práctico de la vida vivida: ‘Todos los atletas se imponen una rigorosa abstinencia…’(1Cor9,24-27). Las cosas fuertes, las cosas grandes, las cosas bellas, las cosas perfectas son difíciles, y exigen una renuncia, un esfuerzo, un compromiso, una paciencia, un sacrifico.15


También, el Papa de los deportistas, Juan Pablo II, ha afirmado en tantas ocasiones que la practica del deporte en su sentido más noble y auténtico trae siempre a la memoria el ideal de virtudes humanas y cristianas que, no solamente contribuyen a la formación física y psíquica, sino que también inician y estimulan a la fuerza y a la grandeza espiritual.


Pero, en el Jubileo Internacional de Deporte, durante el Año de la Redención 1984, Juan Pablo II ha visto todavía algo más en este celebre pasaje del San Pablo a los Corintios (1Cor 9,24.27): “El Apóstol de las gentes, ha reconocido, por tanto, la fundamental validez del deporte, considerándolo no solamente como término de comparación para ilustrar un superior ideal ético y ascético, sino también en su intrínseca realidad de coadyuvante para la formación del hombre y de componente de su cultura y de su civilización."16


Siguiendo el ejemplo del Apóstol, Juan Pablo II no dudaba en incluir el deporte entre el conjunto de los valores humanos, pues representa un beneficio para la promoción y formación humana. Y comentando el mismo pasaje de San Pablo, añade: “Encontramos en estas palabras los elementos para delinear no solo un antropología sino una ética del deporte y también una teología, que haga resaltar todo su valor.”17


El deporte, cuando es visto y practicado en una manera no banal, es decir, cuando es practicado a la luz de estos cuatro fines numerados por Pío XII, entonces brilla su validez fundamental y todo su valor. Por eso, la perspectiva cristiana del deporte no se limita a enumerar algunos principios éticos que deben ser aplicados al deporte come si fueran algo extraño al deporte mismo. Tampoco basta introducir algún acto religioso en la práctica deportiva casi como algo forzado e incompatible con el mismo. No, la perspectiva cristiana es mucho más amplia y connatural con la esencia de las actividades deportivas y busca resaltar y vivir la verdad cristiana sobre lo que es el hombre y la sociedad.


“Aunque el deporte tiene este valor en sí mismo, estos valores –como Juan Pablo II señaló a los presidentes de la UEFA– non son garantizados...ellos deben ser purificados y renovados continuamente.”18
Por eso, durante el Jubileo del Deporte del año 2000, Juan Pablo II pidió hacer un “examen de conciencia” sobre el deporte, para que éste pudiera “responder a las exigencias de nuestro tiempo” y “superar cualquier desviación que pudiera producirse en él.”19 

La Virgen de Almudena


La Virgen de AlmudenaPatrona de Madrid, España."Almudena", por haber sido hallada en el "almudin", palabra árabe para "depósito de trigo".

Hoy su imagen está en Catedral de Madrid, Santa María la Real de la Almudena.

El escritor Vera Tassis hace un juego con la palabra: Al=Alma (virgen, en hebreo), Mu=Mulier, De=Dei, Na=Natus; o sea Virgen y Mujer o Madre de Dios nacido.
 
La Virgen María es la clave de la historia universal por ser la Madre del Redentor, Jesucristo nuestro Señor. Su cuidado maternal nunca nos falta y se hace particularmente prodigioso en momentos de crisis. La Virgen ha sido el instrumento divino para proteger a sus hijos cuando humanamente parecía que estaban perdidos. Así fue en España en tiempos de la ocupación musulmana.
En el año 712 el español rey godo Don Rodrigo fue derrotado en la batalla de Guadalete. Los capitanes musulmanes Muza y Tariks establecieron su dominación sobre Toledo y casi toda la Península tras una rápida conquista. Solo quedaban algunos reductos de resistencia en el norte y estos parecían estar perdidos.

Madrid, la actual capital de España y la que llegara a ser capital del gran imperio español, era en el siglo VIII una insignificante villa. Ni siquiera se conoce su antiguo nombre: Mantua, Miacum, Ursaría...

Pero los musulmanes entendieron que Madrid era un lugar estratégico y decidieron establecer allí una gran fortaleza. Grande fue la consternación de los cristianos de aquel lugar al saber del inminente ataque musulmán. Fue así que pensaron en como salvar a la venerada imagen de la Virgen María, que según la tradición, había sido traída a esta villa por un discípulo del Apóstol Santiago en el año 38 de nuestra Era. Recordemos que dicho apóstol evangelizó la península, se la apareció la Virgen en Zaragoza y sus restos mortales se encuentran en Santiago de Compostela.  Todo el pueblo se reunió en la iglesia para pedir la protección de la Virgen, dispuestos a defender su querida y venerada imagen contra todos los infieles.